Según los datos de la encuesta europea de empresas sobre riesgos nuevos y emergentes publicada por el INSST, el ruido es un factor de riesgo evaluado en el 28,8% de las empresas españolas. En este sentido, la consecuencia de una exposición prolongada al ruido es la hipoacusia, es decir, la pérdida de audición debida a la destrucción de las células ciliadas del oído interno.
Ésta, provocada por la exposición a niveles de ruido excesivos, es la enfermedad profesional más frecuente en Europa y representa aproximadamente una tercera parte de las enfermedades de origen laboral, por delante de los problemas de la piel y el sistema respiratorio.
Y es que, la exposición prolongada a niveles de ruido de más de 85 dB(A) es potencialmente peligrosa, del mismo modo que lo es la exposición en el tiempo. Además, es importante que sepas que la hipoacusia es un proceso irreversible, donde las primeras frecuencias audibles que se ven afectadas son las próximas a los 4000 Hz (ruidos agudos), extendiéndose posteriormente al resto de frecuencias.
Sin embargo, la pérdida de audición no es el único efecto que provoca la exposición al ruido excesivo, ya que también puede causar acúfenos (sensación de timbre, zumbido o explosión en los oídos) que llegan a ser más tormentosos que la pérdida de audición. Cuando este fenómeno es permanente, puede conducir a alteraciones del sueño.
Por otro lado, el ruido es interpretado por el organismo como una señal de alarma, por lo que éste se prepara para afrontar una potencial amenaza, liberando en la sangre las denominadas hormonas del estrés, que ponen el cuerpo a punto para la acción inmediata, la frecuencia cardiaca y respiratoria se aceleran, aumenta el tono muscular, aumenta la cantidad de glucosa en sangre, etc. Por tanto, puede dar lugar a efectos fisiológicos y psicológicos en nuestro organismo.
La elección del EPI
El Real Decreto 286/2006 define los 85 dB (A) como el nivel de presión sonora a partir del cual es obligatorio el uso de protectores auditivos.
En la selección del protector auditivo adecuado, tendremos en cuenta las características del trabajo a realizar, su ambiente y las características del trabajador. Algunos de los factores que tendremos en cuenta en relación a la selección y uso de protectores auditivos son:
- Factores acústicos, donde valoraremos el nivel de presión acústica: contenido en frecuencia, características impulsivas e importancia de las comunicaciones.
- Factores no acústicos, aquí enmarcamos los siguientes factores ambientales:
- Temperatura y humedad del ambiente de trabajo. La temperatura y humedad excesivas en el ambiente de trabajo pueden provocar sudoración en caso de uso de orejeras, por lo que podría ser necesario el uso de tapones auditivos. Si no se pueden usar los tapones, podríamos recurrir al uso de cubre-orejeras higiénicos absorbentes.
- Condiciones de suciedad en el ámbito de trabajo. Estas condiciones pueden provocar la irritación de la oreja o la infección del canal auditivo.
- Presencia de maquinaria con partes móviles. Tendremos que tener cuidado, ya que el uso de tapones con cordón puede provocar atrapamientos indeseados.
- Incompatibilidad física. Hay que tener en cuenta las características físicas del canal auditivo de los usuarios.
- Necesidad de comunicación durante el trabajo. Existen soluciones como orejeras y tapones dependientes del nivel que permiten aislar al trabajador del ruido excesivo del ambiente, pero permiten que los niveles y frecuencias sonoras asociadas a la conversación humana resulten audibles.
En estos casos, el recurrir a un proveedor de EPI especializado en protección individual puede resultar de crucial importancia para el responsable de salud y seguridad de las empresas.